¿Cómo puedes darte cuenta de su aparición incipiente? Sonríe ante el espejo y, al volver a la expresión inicial, calcula cuántos segundos tarda en desaparecer la línea que va de la nariz a las comisuras; si esa línea se marca más de tres segundos, es muy posible que con el tiempo haga acto de presencia.
Qué irónico resulta que un gesto tan cargado de felicidad como sonreír acabe dejando una huella de tristeza sobre nuestra piel. Hablamos del surco nasogeniano, al que los médicos estéticos llaman la "arruga de la tristeza" porque cuando se marca en exceso puede imprimir cierto gesto sombrío a nuestra expresión.
Se trata de ese pliegue natural de la piel en forma de paréntesis que nace en las aletas de la nariz y que desciende en oblicuo hasta las comisuras de los labios. Y aunque las arrugas faciales son el mapa de nuestra vida (tener arrugas de tanto sonreír no debería considerarse un problema, más bien un bonito souvenir) también es cierto que los movimientos que más repetimos acaban imprimiendo un surco no siempre deseado en la piel. Lo que ocurre con el surco nasogeniano es que a los 20 años es visible principalmente al gesticular y cuando llegamos a los 40 empieza a marcarse con mayor profundidad.
, que es como se llama este nuevo producto, se aplica mañana y noche con dos únicas pasadas sobre cada pliegue del surco nasogeniano y para conseguir mayores resultados se recomienda dar un masaje ascendente en la zona afectada con una piedra "gua sha".
“A medida que envejecemos, la piel pierde colágeno y elastina, lo que puede provocar la formación de arrugas y pliegues. La exposición al sol y otros factores ambientales pueden acelerar el proceso de envejecimiento de la piel y hacer que el surco nasogeniano sea más visible. Sin embargo, no todas las personas desarrollan el surco nasogeniano en la misma etapa de la vida y algunas pueden no tenerlo en absoluto, ya que esto depende de diversos factores individuales”, explican desde la marca Lico, que ha creado un producto específico para esta zona, el Oceanian Essence Fill Roll-On. Según la firma, el surco nasogeniano puede comenzar a acentuarse a partir de los 25 o 30 años, pero profundidad puede variar según la genética, el estilo de vida y otros factores. Estas líneas faciales pueden cambiar ligeramente el rostro, dando origen a un fenómeno que se conoce la inversión del triángulo de la belleza.
Según la doctora Beatriz Beltrán el “triángulo de la belleza lo forman los pómulos altos y la línea mandibular delgada o bien definida propio de los rostros jóvenes. Es decir, la parte superior del rostro es más ancha y el mentón es alargado, suponiendo el punto más estrecho del rostro. Unos factores que generan una apariencia relajada y positiva”.
Rellenos faciales, hilos tensores y radiofrecuencia
Desde el laboratorio farmacéutico mesoestetic Pharma Group explican cómo identificar una incipiente arruga de la tristeza: “Una de las principales señales para detectar la aparición de surcos nasogenianos es la pérdida del volumen del arco cigomático (es decir, la caída del pómulo) y el grado de resorción de la llamada «fosa piriforme», el punto donde se une el pómulo con el maxilar superior”. ¿Cómo puedes darte cuenta de su aparición incipiente? “Existe una manera muy sencilla: sonríe ante el espejo y, al volver a la expresión inicial, calcula cuántos segundos tarda en desaparecer la línea que va de la nariz a las comisuras; si esa línea se marca más de tres segundos, es muy posible que con el tiempo hagan acto de presencia”. La edad habitual de aparición, explican, ronda en torno a los 40 y 50 años. “La piel mantiene su juventud por la acción de tres componentes básicos: la elastina, el colágeno y el ácido hialurónico”, explican en este laboratorio. En el origen de este surco hay implicados varios factores internos, determinados genéticamente, que tienen que ver con la progresiva pérdida de tonicidad de los músculos que se insertan en esta área de la cara, sobre todo el elevador del labio superior, y con el adelgazamiento de las capas de la piel. También se relacionan con la pérdida de grasa típica de la edad en compartimentos mediales profundos y la resorción ósea, apuntan. A estos hay que sumar el estrés oxidativo que producen los factores externos como el tabaco, el fotoenvejecimiento y la modificación del peso corporal.
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